Una extraña sensación

15.10.2010 22:40

Como un vacío. Cuando te gusta una novela devoras las páginas con avidez. Paradójicamente, deseas que nunca se acabe mientras te desvives por conocer el desenlace. Al cerrar para siempre el tomo te invade cierta añoranza. Y ésta sólo desaparece cuando te enamora otro libro.

La huella que los personajes dejan en el autor es mucho más intensa. Has compartido tantos momentos que, cuando te despides de ellos, la ausencia te causa un hueco imposible de llenar. Hechas en falta su compañía y... lo que es peor: te angustia imaginar que sus vidas son inescrutables fuera de las páginas de un libro. Y entonces te convences de una terrible realidad: nadie sabrá jamás nada nuevo sobre los personajes si no es con otra novela.

No puedo evitar ahora volver a pensar en ella: "Tampoco le gustaba, ni solía leer, segundas partes. Era como endosar otra vida a los personajes, sin conocer sus pensamientos, sin preguntarles, obviando sus deseos, sus emociones, cambiando sus criterios y sus expectativas al caprichoso dictado del avaro autor, que sin remordimiento alguno prostituía a sus propias creaciones. Lucía estaba convencida de que los personajes tenían su vida propia, constante, eterna, inmutable... y exigía el respeto debido a esa singular fracción del patrimonio de la literatura. Y hasta cierto punto, hay que reconocer que no estaba exenta de razón. Nosotros nunca seremos como ellos. ¡Cuántas veces muda de orientación la veleta de nuestro raciocinio! ¿Y la de nuestros sentimientos? Pero ellos no cambian, no envejecen jamás. ¡Los personajes contemplan siempre impertérritos el discurrir del tiempo! Y sus creadores, insignificante autores, harían bien en respetar esa idiosincrasia. Ni pueden ni deben cambiarlos. Y pierden todo el derecho sobre ellos como los padres lo perdemos sobre los hijos, por más que pretendamos que sigan nuestras directrices, que nos emulen, que venguen con sus éxitos nuestras frustraciones pasadas y que se conviertan en lo que nosotros no pudimos ser..."