Bendita rutina
14.08.2015 14:26Si imagináramos un mundo donde las palabras actuasen como entes autónomos y se organizaran conforme a patrones humanos, podríamos concluir que incluso para ser palabra hay que tener suerte. Paisaje, emoción, sorpresa... son términos que inspiran pensamientos positivos sin que su significado específicamente los denote. En cambio, existen palabras realmente desdichadas, degradadas sin motivo, cual individuo que desagrada por su aspecto y al que se desea exiliar al suburbio más apartado, sin entrar en consideración sobre su calidad humana. Tal es el caso de la palabra rutina.
Cierto día conversaba precisamente sobre aquello que con descaro se instala en nuestra vida y gobierna con ritmo invariable nuestro día a día. Una chica afirmaba que para ella rutina y monotonía eran la misma cosa. “¿Y qué es para ti la monotonía?”, pregunté. Su respuesta resultó de lo más inesperada: “Monotonía es aquello que me visita tres veces cada mes”. La tristeza que envolvía su mirada me llevó a suponer que no debía interpretar segundas intenciones en aquel comentario, aunque pensé que si su marido le hubiese planteado la pregunta posiblemente habría pasado por su cabeza la idea de responderle evocando a Bécquer: “¿Y tú me lo preguntas? Monotonía eres tú”. Esta historia verídica me induce a reflexionar que en este mundo imaginario de las palabras, al igual que en el nuestro, siempre encuentras a alguien más desgraciado que tú, y que la palabra monotonía es más digna de compasión que rutina, por sinónimas que sean.
¿Y cuáles son las virtudes de la rutina? No seré yo quien sostenga que es saludable encasillarse en unos hábitos, recorrer una y otra vez el mismo circuito y no arriesgar en el cambio, en la aventura. No, no aconsejaré jamás despreciar ese enigmático bocado que la vida ofrece probar. Darte una oportunidad en ese proyecto, preparar un viaje, atreverte con eso que nunca antes te planteaste. Cambiar. Conocer nuevas variantes de la felicidad. Romper con la rutina. Un momento, ¿romper con la rutina? ¿En qué quedamos entonces? Romper, sí, pero no definitivamente. La naturaleza nos regaló un universo de colores y nos empeñamos en verlo todo blanco o negro, claro u oscuro, pálido o radiante.
La rutina no es solo levantarse a diario para acudir al mismo trabajo, ver el mismo programa, hablar de lo mismo con el mismo amigo. Ese “mismo” superfluo, monótono y rutinario donde agrupamos todo significa bastante más de lo que creemos. La misma disputa con los niños a la hora de la comida, la misma controversia absurda con el amigo, la misma cena de Navidad o el mismo momento de intimidad un día dejarán de existir. Y como somos así de estúpidos, entonces lo recordaremos con lágrimas cargadas de melancolía y vergüenza.
El invencible poder del tiempo aplastará mi rutina, pero eso no impedirá que yo la ame, que rompa no una sino mil lanzas a su favor y que desee, sé que en vano pero con todas mis fuerzas, seguir viendo el fútbol con mi padre, reunirme en Navidad con toda la familia, mantener muy cerca a mis hijos y tener siempre en casa alguien que me espera y a quien poder esperar. ¡Bendita rutina la mía, que me hace el ser más feliz del mundo y maldito el inevitable día en que me la arrebatarán!
Oriente Medio, 27 de julio de 2015, a 11.000 metros de altura.